Recuerdo muy bien, porque la experiencia
fue del todo extraordinaria, que cuando empecé a escribir por libre,
sirviéndome de los favores de las nuevas tecnologías, jamás llegué a pensar que
sería leído más allá de la distancia que separa el archipiélago canario de la
España peninsular.
Para mí fue toda una sorpresa, cuando me
enteré, al consultar las estadísticas, que mis publicaciones de aquellos días
no solamente eran leídas en Canarias y las distintas Comunidades Autónomas de
España, sino también en América Latina, Estados Unidos, Canadá, Portugal,
Francia, Italia, Alemania, Holanda, Noruega Polonia, Ucrania, Rumanía, Rusia,
China, Japón, en algunos países de áfrica, y hasta en Australia. Confieso
abiertamente que me sentí sumamente agradecido, pues no esperaba tanto.
Gracias a mi constancia, durante un largo
período de tiempo y a pesar de que las circunstancias me eran adversas, mantuve
el ritmo de publicar, casi a diario, un relato tras otro; pero, cuando
finalmente la enfermedad que sigo padeciendo me limitó física y
espiritualmente, opté por parar y dedicarle tiempo a recuperar mi salud, aun
cuando había sido advertido de que estaba herido de muerte y las posibilidades
de vida eran algo más que escasas. Tanto fue así, que hubo quien se adelantó a
dar la noticia de mi fallecimiento. De esto han transcurrido casi diez años, y
aquí vuelvo a estar ahora, con mayor ímpetu, para concluir lo que en sus
inicios no fue más que un atrevido proyecto literario; y la razón está, en que
sigo creyendo en la fuerza de la voz y la Palabra. Eso sí: me anticipo a
decirles a todos los que empiecen a visitar nuevamente esta página, que he dado
vida e identidad a tres nuevos proyectos que luego comenzaré a editar de manera
pública y abierta, porque si hay algo que me sobra ahora, es tiempo para vivir.
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